La arquitectura de información para productos de información digital es un mantra, pero por desgracia en numerosas ocasiones se limita a ser otro sonsonete, más ruido que nueces, quizá debido a que las herramientas que usamos para gestionar información digital son rígidas, limitadas y resultado de enfoques que tienen más de 30 años. Gracias a la evolución, hay vida más allá. El diseño de información debería darse un paseo por las aplicaciones de bibliotecas o archivos.
Mario Pérez-Montoro, profesor de la Fac. de Biblioteconomía y Documentación de la Universidad de Barcelona, es el autor de un manual de referencia en español, publicado por la editorial Trea en 2010, como no podía ser menos, y titulado Arquitectura de la información en entornos web. Me une una buena amistad con Mario, al que iba a criticar de forma inmisericorde si no me regalaba un ejemplar, y, temeroso, de mi verbo airado, se dió buena prisa en mandarme uno dedicado con cariño 😉
El volumen es un manual didáctico, no un texto científico y de análisis sobre la arquitectura de la información. En este sentido, se trata de un estado de la cuestión, de «estado de ciencia normal», que diría Kuhn. En consecuencia, sigue un esquema clásico. En primer lugar un capítulo introductorio, en el cual se realiza un resumen los principios y características de la arquitectura de la información. Me ha sorprendido un poco no ver referencia al diseño de información (information design), como disciplina «mater». Wurman, el clásico de referencia, se consideraba diseñador antes que arquitecto. Hubiese deseado un poco más de espacio a los usuarios y al comportamiento informacional. Los usuarios van a una web a resolver sus problemas de información, cierto es, pero para ello ejecutan pautas y acciones de comportamiento, que son las que hay que detectar, estudiar y razonar. La experiencia design sólo es posible si se conoce a los usuarios.
Seguidamente, aborda en capítulos sucesivos los componentes establecidos como estándares por Rosenfeld y Morville en las sucesivas ediciones de su clásico libro del oso polar. Se trata de los esquemas de organización, los sistemas de etiquetado, los sistemas de navegación y los sistemas de búsqueda. En todos ellos el autor combina la exposición teórica con ejemplos y referencias bibliográficas que ilustran el estado actual (si puede llamarse así) de las pautas más aceptadas para la construcción de productos de información digital. Y digo productos porque para mí lo son, en genérico, y más cuando en el último año se ha acelerado la construcción de aplicaciones para dispositivos móviles, que combina acceso en línea a la información con funcionalidades activas, y para las cuales, como creo se verá en los próximos tiempos, valdrá más el principio de simplificación que la construcción de arquitecturas de información detalladas, que quizá vayan quedando para productos más completos y especializados.
El capítulo que no me parece acertado, en el contexto del trabajo, es el dedicado a los lenguajes documentales. Lo siento, pero no. Es un acertado resumen teórico de los esquemas de clasificación e indización que son potencialmente utilizables en una arquitectura de información, pero le faltan ejemplos y aplicabilidad. Hubiese preferido un buen capítulo de esquemas de metadatos, y cómo éstos y sus ocurrencias se aplican a mecanismos de organización, asociación y exploración de la información, máxime atendiendo a lo que promete (todavía) la web semántica.
Y por último, el capítulo dedicado a la metodología, que el autor no tiene miedo en titular como «Metodología para…» y que expone lo que tiene que exponer: método. En estos momentos bolonios dónde la práctica activa, apenas reflexionada, impera casi obligatoriamente sobre el pensamiento, es fácil que la inmediatez de lo práctico impida la reflexión que exige precisamente el método. En este caso no es así. El capítulo refleja lo que sería deseable, metodológicamente, llevar a cabo para diseñar y construir buenos productos de información digital. No es innovador, como no puede serlo un texto pensado como manual de referencia, pero es sensato y razonado, que es lo que se debe exigir en este contexto. En cualquier caso, el lector debe recordar que es un método, y como tal, ni es infalible ni obligatorio. El dimensionamiento del proyecto que se trate en cada momento hace variar la dedicación, importancia o énfasis de las tareas y técnicas elegidas. Me hubiese gustado ver un poco más de contenido en el mínimo apartado dedicado a desarrollo del sitio web. Igualmente, el apartado dedicado a las guías de estilo resulta escaso, ya que la experiencia me ha demostrado que la arquitectura de información, si bien es necesaria para éxito de un producto, no es la única pata del banco: los contenidos son la otra. Y la gestión de contenidos demanda esas guías de estilo como elemento clave y fundamental que da coherencia a la evolución del servicio.
Una manual muy recomendable. Mario, no te olvides de mandarme un ejemplar de tu próximo libro…