Gibbon y la caída del imperio bibliotecario

Entre 1776 y 1789, Edward Gibbon publicó su magna obra, The History of the  Decline and Fall of the Roman Empire. Seis volúmenes que fueron llamados The History, con mayúsculas, y que supusieron un verdadero impacto en la concepción y estudio de la historia. Aunque históricamente superada en la actualidad, se ha publicado una reciente edición, y se sigue acudiendo a ella en ocasiones como fuente de referencias históricas, y por su enfoque en la crítica de la fragilidad y volatilidad de la condición humana.

Ahora, un artículo de S. Coffman en Information Today parafrasea al clásico: The Decline and Fall of the Library Empire. Se trata de un texto que combina revisión y prospectiva, y reflexiona sobre el papel que las bibliotecas están jugando a corto y medio plazo, y sus posibilidades de supervivencia, cambio y desaparición. Para ello, sus razonamientos pivotan alrededor de seis ejes:

  • Directorios web: los bibliotecarios catalogando la web… debo reconocer que yo también lo pensé, y sigo haciendo prácticas con software para subject gateways. Pero la humildad debía haber mostrado que era algo imposible. Clásico error del mundo bibliotecario, intentar repetir en el mundo digital lo que funcionan en un mundo real muy, muy diferente. Los británicos ya se dieron cuenta, y cerraron por insostenible Intute, con todo lo que había costado.
  • Biblioteca 2.0: el usuario no ha entrado a participar en la biblioteca 2.0 con el impacto que los bibliotecarios esperaban. Normal, la biblioteca no se ha visto nunca, ni se ve, como un foro de intercambio de información. Pretender que una institución con un imagen pública silenciosa y aparentemente estática tenga un lado digital dinámico, social y participativo, de igual a igual, es desconocer cómo piensan y se comportan los usurios. Otro ejemplo de espejismo bibliocéntrico.
  • Referencia virtual: El bibliotecario especializado, conocedor de las fuentes y recursos especializados, ése que iba a resolver los problemas de información de todos y cada uno de los usuarios. Otro error, basado en un concepto del bibliotecario como único especialista en información, amo y señor de las llaves del arcano, como en El nombre de la rosa. De nuevo, un modelo conceptual del mundo real que se intentó implantar en el mundo digital. Fracaso, y más si hay que esperar la respuesta horas y horas…
  • Búsqueda intermediada: Pues lo mismo que la referencia virtual. Google mató al OPAC, aunque suene duro decirlo. Los proveedores de revistas y los repositorios han eliminado la necesidad del intermediario. Los usuarios no son tontos, no, no lo son, y a buscar se aprende buscando. Una vez se va dominando, es un trabajo personal.
  • Ordenadores de acceso público: Para eso no hace falta una biblioteca, por favor…
  • Libros electrónicos: Y hubo bibliotecarios que creyeron que el libro electrónico casaría con las bibliotecas. Nuevas posibilidades, dijeron. Pero si se trata de un modelo de negocio, de dinero, completamente diferente al de los libros físicos… hace falta ser muy pardillo para pensar en «préstamo» y cosas similares. De nuevo, conceptos del siglo XX aplicados a economía del siglo XXI…
Alarico saqueando Roma. Augustine, La Cité de Dieu. Raoul de Presles, c. 1475.

Todos los ejes fueron en su momento considerados como áreas de actividad o servicios en las cuales los bibliotecarios podían alcanzar el nirvana espiritual e internautico, ver con confianza renovada el futuro de sus amados almacenes de libros, y demostrar a la sociedad su dedicación e importancia… sic transit gloria mundi. Y lo que más me preocupa es que el problema subyacente a todos ellos es la carencia de un modelo conceptual válido de biblioteca para la sociedad digital. Adoptando ideas de otros, pretendiendo revestirlas de telas bibliotecarias clásicas, o diciendo que «nosotros eso ya lo sabíamos, fijaros si somos listos y valiosos…», no se va a ir a ningún lado. Coffman hace una previsión de cómo será la biblioteca electrónica, y las conclusiones son demoledoras (para los bibliotecarios, evidentemente): «Each of the services we’ve provided in the digital arena has been — or is being — superseded by new and better technologies or by other organizations better suited to deliver services electronically.» Ahí es nada. Acaba su texto con la típica reflexión anodina, y también rancia, sobre volver a los edificios y ser custodios de los libros y del acceso igualitario a la información… supongo que se referirá a la información en soporte papel. Pues menuda perspectiva. Y acaba: «Perhaps we have new roles to play in the digital world or old roles to play but in a new way.» Pues eso ya lo sabemos todos. En este entorno de cambio constante e incertidumbre, siempre queda bien una conclusión de gurú de consultora.

ADDENDA: mi estimada Nieves Gonzáles es más bondadosa que yo en su análisis, que recomiendo…