Blog, prestigio, regalo y kula

Llevo unas semanas en las que tengo tanto trabajo acumulado que me ha sido casi imposible mantener el ritmo normal de trabajo en el blog. Al fin y al cabo, la universidad no me paga para esto, sino para algo más mundano: dar clase e investigar. Esta falta de «recurso tiempo» me ha llevado a plantearme la pregunta clave: ¿Para qué tengo el blog? (me acabo de dar cuenta de que mantengo cuatro simultáneamente, cielos)  ¿Para qué me sirve? Y cuando se va cumplir un año de éste, un año del de lecturas, y tres del del sci-fi…

La respuesta genérica es clara: porque me gusta.  Lo hago porque me gusta aprender a manejar tecnologías y herramientas informáticas, y porque me puedo expresar de una forma, especialmente en mi entorno científico y profesional, que la publicación científica a la que me veo abocado no me permite. Pero no es oro todo lo que reluce. Yo, como todos los que nos expresamos en un blog, tenemos una agenda oculta… bueno, algunos no la ocultan, la tienen muy clara.

Los blog son gratuitos, los autores escriben (o reutilizan o copian de otros directamente, que de todo hay), pero detrás hay una motivación. La más básica sería la de la autosatisfacción: porque me siento satisfecho, pleno y feliz. Es un poco más perverso: satisfecho porque otros me leen, comienzan a seguirme regularmente, e incluso se atreven a hacerme comentarios, y a citarme en otros internauticos lugares, sean blogs o redes sociales. Estoy forjando sobre terceros una opinión favorable sobre mí, que progresivamente va siendo complementada con un creciente nivel de confianza. Se comienza a adquirir un prestigio, autoridad. Ah, pero el prestigio cuesta, y hay que mantenerlo. La audiencia no es fiel, y menos en internet: te cambiarán por otro en cuanto les canses, les aburras, o deje de interesar tu opinión.

Entras en un modelo de economía de prestigio, que diferetnes autores han llamado economía del don o del regalo. Otorgas tu saber y tu opinión gratis, para que otros se puedan beneficiar de ella en su propia actividad. No pides nada a cambio, pero esperas una recompensa social: precisamente el prestigio o el honor,  el reconocimiento. Lo que pasa es que, además de esa recompensa social, por debajo de la fachada de la economía de prestigio también se mueve un segundo nivel realmente económico, en el que parte de la devolución de lo que regalas  se produce en forma de bienes tangibles por la comunidad, por aquellos que se sienten regalados, pero que no pueden devolverlo en forma de «regalo de prestigio». Muchos blogs existen en cuanto escaparates de sus autores, con la finalidad de captar agradecimientos en forma de conferencias, encargos, asesorías…  os sorprenderíais al saber cuánto cobra por conferencia un afamado blogger hispano que va de gran gurú.  Se lo pagan: la economía de prestigio funciona.  A esto cabe sumar las redes de amistad (por no llamarlo interés común), oculta o manifiesta, que llevan a grupos de autores a formar colegios invisibles, en cuanto se citan circularmente, alabando cada uno el saber del resto…  y, por supuesto, luego encuentras a toda la banda rellenado programas de cursos , congresos y seminarios en amor y compañía.

Un elemento clave en la economía de prestigio es que el regalo no se quede quieto; el regalo no debe atesorarse, debe continuar viaje. Debe volver a regalarse. El nuevo receptor trabajará duro para responder a su vez con otro regalo. No está de más informarse un poco sobre el kula, que tan detalladamente describió B. Malinowski. No, no pienso dejar el blog, aunque me cueste: me gusta y me satisface que la gente em recompense con un comentario, o con una sonrisa, o me llame para una conferencia, por qué no. Mi blog no es una herramienta para llegar a fin de mes ni paga caprichos; como dijo Baden-Powell, «Intentad dejar este mundo un poco mejor de como os lo encontrasteis.» Sí, fuí scout muchos años.

PD:  que me perdonen los antropólogos por mis licencias sobre la economía de prestigio y la economía del regalo.