Koha, Liblime y lo que no hay que hacer

Siempre he defendido el uso de software libre frente a licencias privativas propietarias y abusivas. Pero siempre desde una perspectiva de estudio y análisis «busque, compare, y si encuentra algo mejor…» No para todo el mundo y en todas las situaciones el soft libre es mejor: si eres un (o una) incompetente y tienes responsabilidades políticas, probablemente acabes firmando convenios innecesarios y costosos con la multinacional de turno, a costa del dinero de todos. Es lo que hay. Pero probablemente sea peor cuando te lucras con el software libre, y no devuelves nada a la comunidad. Esto lo estamos empezando a ver ya por aquí, pero quizá el caso más cercano sea el de Liblime y Koha.

La cosa viene ya de años pasados, cuando Liblime, tras adquirir el negocio sobre Koha a Katipo Communnications, empezó a ofertar servicios profesionales sobre Koha. Hasta ahí nada que decir. Pero Liblime se descolgó en septiembre del año pasado con un fork, es decir, una versión propia propietaria de Koha, llamada Liblime Enterprise Koha, sólo para clientes de pago. Tampoco habría mucho que decir a ello, ya que muchas compañías de soft libre siguen un modelo de negocio dual. Pero inmediatamente decidió que sus programadores dejasen de participar en el desarrollo del núcleo del verdadero Koha, excusando falta de recursos. Claro, la cosa fue a mayores, porque en este tipo de entornos, una cosa decente es hacer negocio honradamente, y otra ser un listo que se aprovecha, pero no devuelve nada a cambio. Y eso sí que está mal visto por la comunidad de usuarios. Además, con esta política devuelves al cliente al lock-in o bloqueo del que precisamente huía.

La cosa continuó a mayores cuando Liblime anunció un acuerdo de compra por parte de PTFS, fabricante de Archivalware. Y claro, en los planes de ésta no parecía entrar un Koha abierto, sino una evolución de Enterprise Koha hacia un sistema para bibliotecas universitarias. Liblime llegó incluso a anunciar que pasaba todo su soporte a Koha y a su comunidad a un «hogar temporal». Rápidamente, la competencia Equinox, Biblibre, Bywater… ofertó servicios de soporte profesional a Koha. Hay que aprovechar los errores del contrario. PTFS intentó demostrar su compromiso con un Koha abierto y desarrollado atendiendo a la comunidad. Hace unos días, Liblime y PTFS anuncian que no se fusionan, y vuelta a empezar. A todo esto, resulta que Liblime, en USA, y Biblibre, en Europa, tienen registrada la marca comercial Koha, por lo que pueden limitar su utilización. En soft libre, el nombre es importante, y muchos se han registrado a fundaciones o asociaciones, precisamente para evitar abusos de este tipo. La senda parece llevar a la aparición de varias branches o líneas de desarrollo de Koha. Eric Hellman ha recogido magníficamente toda la historia en varias entradas de su blog (1, 2, 3).

Poderoso caballero es Don Dinero, escribió Quevedo. Y la tentación de forrarse rápidamente también. Pero esto no funciona así en el software libre. No puedes sobrevivir sin comunidad de usuarios, que no es lo mismo que una comunidad de clientes. Debes ser lo bastante inteligente, y humilde, para ganar dinero, pero devolver algo al procomún. Los clientes huyen de los productos que no evolucionan, cierto, pero también de los proveedores de servicios que abusan de su posición dominante. La gente olvida rápidamente: si en Liblime hubiese algo de inteligencia, recordarían que el origen de Joomla es algo parecido que intentó hacer Miro con su producto Mambo en 2005. La comunidad se rebeló y un mes después había creado y lanzado la primera versión de Joomla!… Hasta hoy.

El software libre tiene un enorme potencial y unas evidentes ventajas que no voy a repetir. Pero detrás de los proyectos hay personas, en primer lugar, y empresas, después. Romper la confianza de una comunidad se paga caro, porque no se puede arreglar con dinero. El modelo de negocio del soft libre tiene un fuerte componente de confianza y de redistribución. Está claro que hay que pagar facturas, pero hay que saberlo hacer. Facturar a costa, o con la excusa, del software libre, sin más, es un modelo de negocio insostenible a medio y largo plazo, porque la gente no es tonta. Tampoco sirven recomendaciones «desinteresadas» de amigos o coincidentes. Presupuestos y facturas injustificadamente elevados, sin devolución de beneficios a la comunidad, son vía segura al fracaso. La etiqueta software libre no vende; lo que vende es lo que hay detrás.