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Los sistemas de hipertexto e hipermedia ofrecen al usuario la posibilidad de navegar, utilizando criterios de asociación, entre gran cantidad de documentos. En numerosas ocasiones, y dependiendo del tipo de sistema, esas asociaciones han sido creadas por terceros, según un conjunto de criterios lógicos y comprensibles, o al menos así lo han intentado. Sin embargo, la bibliografía ha recogido la existencia de problemas cuando un lector se enfrenta a una estructura de información que utiliza el hipertexto como principio organizativo (RODRÍGUEZ DE LAS HERAS, 1991). Entre esos problemas deben citarse la posible desorientación del usuario, causada por el desconocimiento de la estructura de la información y de los medios existentes para navegar por ésta; el desbordamiento cognitivo, provocado por la dificultad en mantener el mismo nivel de concentración en el proceso de navegación que en la comprensión de la información a la que se accede; por último, los posibles errores en la interpretación de la relación implícita en los enlaces y nexos que unen los documentos. Para crear hiperdocumentos es preciso respetar ciertas normas que eviten el amenazador "hipercaos". El hiperdocumento se divide en unidades de información, cada una de las cuales se encuentra en un envoltorio o contenedor, organizándose mediante un conjunto de criterios que pueden combinar la jerarquía con la asociación, de forma tal que la organización de las unidades sea claramente visible para el usuario. El factor de éxito en la construcción de hiperdocumentos es la división en nodos y los criterios pertinentes adoptados. Sin embargo, no debe olvidarse en ningún momento que el objetivo final es la comprensión activa y provechosa por parte del usuario, en un proceso comunicativo diferente a la lectura secuencial tradicional. Esto exige claridad de estructura, de organización de ideas, de lenguaje, de gráficos e ilustraciones y de mecanismos de navegación, de tal manera que el hiperdocumento resulte ser mucho más visual que el libro tradicional. Todas estas cuestiones hacen inevitable un riguroso estudio del usuario: quién es, porqué lee, qué sabe, que comprende, qué le resulta de valor... Se han definido varias aproximaciones para la construcción de hiperdocumentos (SEYER, 1991: 93-117; DÍAZ, CATENAZZI y AEDO, 1996: 146-163). De esta forma, el diseñador puede optar por utilizar aproximaciones basadas en tabla de contenidos, jerárquico o de índices (en todos ellos se seleccionan opciones tomadas de menús que se ofrecen al usuario), mediante hipermapas (gráficos que representan la estructura del conocimiento almacenado en el hiperdocumento), visitas guiadas (especialmente para usuarios no expertos), tablas de decisión (según las opciones seleccionadas por el usuario se accede o ejecutan diferentes procesos), o plenamente empírica (basada en al experiencia del usuario y del diseñador, y en la observación del comportamiento del usuario). Por supuesto, estas aproximaciones no son excluyentes, si no que pueden combinarse. Para terminar, cabe realizar una última, pero no por ello menos importante, consideración. Por sus propias características, un verdadero sistema hipertextual no debería ser un sistema cerrado, sino un sistema abierto y dinámico. Esto supone la necesidad de establecer unas normas de actualización y mantenimiento de la información introducida, de tal forma que se asegure la consistencia del conjunto, independientemente de su variabilidad espacial y temporal.
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