En el Congreso del Libro Electrónico

Los días 24 y 25 de octubre he estado participando en el Congreso del Libro Electrónico, que se ha celebrado en Barbastro (Huesca). Las sensaciones han sido agridulces: por un lado, una organización y gestión excelentes; por otro, un contenido irregular, en ocasiones decepcionante.

Y es que abordar un congreso sobre esta cuestión resulta complejo. Más aún si en el foro combinas autores, editores y técnicos. El evento se estructuró a través de mesas redondas, en las que un moderador coordinaba a tres o cuatro ponentes, para luego dar paso a las preguntas y cuestiones que los asistentes querían formular, sin mayor cortapisa que el tiempo disponible. El programa cubría todos los aspectos candentes sobre el ebook, y no, las bibliotecas no aparecieron para nada en el programa, lo que fue una pérdida de perspectiva, pero una ventaja al tener un foro libre de este enfoque. La cobertura del evento, magnífica, como todo lo que organiza el equipo liderado por Fernando García Mongay: streaming, redes sociales, galería en Flickr

Las sesiones del programa resultaron irregulares. La dedicada a la transición estuvo baja de nivel en contenidos y aportaciones. El nivel subió más que notablemente en la sesión dedicada a la fijación de precios, muy interesante, y en la que se pudo ver a la vieja guardia editorial, obsesionada con los argumentos de la piratería, pero que ofreció datos muy interesantes sobre dónde se localiza la mayor parte del precio de un libro (y no es en el autor, desde luego), y sobre el empeño de estas empresas por mantener una cadena de valor irracional, válida en el mundo analógico, pero insostenible en el digital. La sesión dedicada a la autoedición fue muy interesante, mostrando el más que probable camino que espera a los autores si quieren publicar. Tras un frugal almuerzo, hubo una sesión «universitaria», en la que participaron varios ponentes de prensas universitarias y la FGSR, y que incidió en que a medio plazo va a tener que cambiar la noción de manual universitario. Para cerrar el primer día, dos sesiones dedicadas a mercadotecnia editorial y a la cadena de valor en el medio digital. Conclusiones: que el mundo editorial, a pesar de ser tratado en ocasiones como homogéneo por los medios, no lo es en cuestiones como fijación de precio, «piratería», derechos, modelo de edición, papel del lector, etc. Para los tradicionalistas, la culpa de todo es de la piratería y de Amazon, que vende más barato y más bonito. De revisar y aceptar los propios errores de la industria editorial, nada de nada: la culpa es de los demás. Y que el gobierno de turno proteja mi negocio como sea, y cueste lo que cueste. Nada nuevo bajo el sol.

Yo pasaba por allí…

El segundo día comenzó con una sesión dedicada a la tecnología de edición, donde los editores del código de los libros (sí, código, como suena) se quejaron, y esta vez con razón a mi juicio, de las limitaciones que imponen los aparatos de lectura, incapaces de mostrar  lo que son capaces de hacer con los formatos existentes, y también de la baja calidad de muchos libros electróncios, derivada de la poca preocupación de las editoriales, a muchas de las cuales sólo parece importar pagar lo menos posible por el ebook, para cobrar lo más posible al lector. Seguidamente, lo peor del congreso: una sesión dedicada a tabletas, en las que Kindle, Tagus/Casa del libro y Google se dedicaron a perpetrar un deleznable espectáculo de publirreportaje, fuera de lugar y de contexto en un congreso tan participativo. Para broche de su impresentable participación, fue la única sesión en la que no se aceptaron preguntas del público, al parecer por acuerdo de los propios ponentes. Con esto está dicho todo. Ya pueden esperar sentados que compre uno de sus aparatos. Y para rematar, una sesión dedicada al futuro del libro, en la que parecía haber un deja-vú, lamentando la situación del mundo actual, pidiendo una vuelta a los orígenes (¿de los scriptoria, de Gutenberg?) y a las subvenciones, lamentando la maldad de los «piratas», por culpa de los cuales los autores no pueden vivir de su trabajo (otra mentira que intenta ser verdad a fuerza de repetición), etc. etc. Menos mal que la brillante conferencia final de Javier Celaya vino a poner las cosas en su justo sitio.

El Congreso del Libro Electrónico ha celebrado su primera edición, ofreciendo un muy buen nivel; es de suponer, y de agradecer, que esta cita se repita en los próximos años. Y para la industria editorial, que no cultura, anclada en el mundo anaĺogico, y tan preocupada por su cuenta de resultados, sólo que queda recordar una cita de Joseph Conrad: «El autor sólo escribe la mitad del libro. De la otra mitad mitad debe ocuparse el lector.»