¿Cuándo tirarán los bibliotecarios los libros?

Un título tan provocativo como el que encabeza esta entrada no pretende ni ser incendiario, pero tampoco banal. Realmente, tampoco se me ha ocurrido a mí. A finales de diciembre, por esos caprichos de las serendipias, acabé leyendo una entrada de Roger Pearse, precisamente titulada When will the librarians start to throw offline literature away?

El autor es un investigador de la Antigüedad y de la Patrística, preocupado por el acceso a la información, entre otras cuestiones. En la citada entrada de su blog reflexiona sobre el cambio en el tratamiento y el acceso a la información que ha tenido lugar durante los últimos 20 años. Tras varias anotaciones sobre la creciente digitalización de materiales y de fondos documentales que se ha producido, y comparar la situación actual con los pasados tiempos en los que acceder a las fuentes era cosa de fotocopias, caras y de poca calidad, se pregunta qué pasará con (o a) los materiales físicos cuando se vayan completando los procesos de digitalización.

Y para ello traza un paralelismo con la situación que se produjo cuando se desarrollaron nuevos soportes en Europa. Cuando se implantó el códice y sustituyó al rollo, casi todos los textos que no fueron traspasados al nuevo formato acabaron perdiéndose en las brumas de la historia. Cuando la imprenta vino a revolucionar el mercado de los libros, se perdieron gran cantidad de manuscritos. En ambos casos, el motivo de esa pérdida estuvo más relacionado con cuestiones de mercado, rentabilidad y de interés del público, que con motivos académicos o patrimoniales. Un comentario de un lector enlaza con una interesante visión de problemas cuando se abordaron procesos de microfilmación. Pearse reflexiona que para los gestores económicos de instituciones académicas, la situación actual y el desarrollo de medios digitales supone que mantener grandes edificios como almacenes de documentos en soporte libro no es rentable, y que también va a dejar de ser útil, debido a los nuevos y a los futuros requerimientos de espacios y servicios. La amenaza latente es el expurgo de materiales que no hayan sido digitalizados, y su desaparición, al igual que ha pasado con las transiciones previas.

Interesante problema, que debería llevar a reflexionar a los responsables de la res publica sobre la permisividad y abusos que se toleran a las empresas del sector editorial, que prefieren que los textos a los que no puedan sacar rentabilidad directa mueran o desaparezcan,  antes que pasarlos a dominio público. No entra Pearse a señalar responsables directos de esa potencial pérdida. Sólo llama la atención, con un fragmento literario de un relato de ciencia ficción incluido, sobre la situación a la que se puede llegar. Porque el autor no tiene duda de que, a medio plazo, los bibliotecarios comenzarán a tirar libros…