Sobre el canon bibliotecario y otras lindezas

Como descreído natural que soy sobre la capacidad mínima de cualquier político ( o política, por mor del buen rollito…) para entender nada relacionado con la cultura y la ciencia, he ido observando curioso el desarrollo del canon bibliotecario y sus aventuras y desventuras durante los últimos años, hasta que el actual desgobierno perpetró, con agostidad y alevosía, el pasado 1 de agosto, otro  (más) de sus abusos bajo la cobertura legal del BOE.

Siempre he estado en contra y he denunciado los abusos que se cometen en virtud de lo que los grupos de presión económica (sí, en especial grupos periodísticos y grupos editoriales) llevan años intentado camuflar ante los cuidadanos como «defensa de los derechos de los autores». La comunidad bibliotecaria española llevaba más de diez años de lucha contra la aplicación indiscriminada e irracional del canon, que se ha presentado durante todo este tiempo, por parte de las interesadas sociedades de gestión de derechos y los sucesivos insensatos (e insensata) que han dirigido el Ministerio de Cultura, como la única solución posible para el cumplimiento de la normativa europea de referencia. Durante este tiempo se han producido numerosos pronunciamientos (sin ser exhaustivo) por parte de la comunidad bibliotecaria:

Nada que decir ni que añadir a las argumentadas razones esgrimidas por otros compañeros y especialistas que saben del tema más que yo. A mí se me pone una mala leche típicamente ibérica cuando sale esta cuestión. Ni siquiera vale la pena criticar a unas organizaciones con manifiesto ánimo de lucro, y preocupadas por su cuenta de resultados, que no por los autores ni creadores. Simplemente, creo necesario manifestar que en toda esta cuestión la comunidad bibliotecaria ha cometido un error clásico, precisamente derivado de su entorno y concepto cultural: pensar que con los políticos y con las entidades de gestion económica de derechos se puede razonar, que son capaces de leer y reflexionar sobre argumentos racionales. Este lobby aún va a llevar más allá su preocupación por el dinero de todos con la futura LPI (basta recordar la infame actuación del PSOE, que asumió como propias todas las propuestas, aún más abusivas, de las entidades en el trámite de enmiendas de la futura Ley de Propiedad Intelectual). Y su pensamiento, y objetivos, sólo entienden de ingresos, ganancias y beneficio, sin pararse a contemplar ninguna otra cuestión, y mucho menos la cultura. Porque también va siendo hora de que la comunidad bibliotecaria entienda que la cultura es un negocio, y como tal se ve en los círculos de poder. Y, lamentablemente, en este contexto no queda lugar para la cultura, tal y como la entendemos, o hemos entendido, los nacidos en el S. XX.

PD: Tras la aprobación de la normativa de pago en bibliotecas, he decidido dejar de comprar libros a los grupos editoriales españoles dominantes. Y periódicos, ni uno.